martes, 19 de diciembre de 2017

¿Qué es la demencia por cuerpos de Lewy?

Quizás sea una enfermedad menos conocida que las que ya hemos tratado a lo largo de este blog, pero la demencia con cuerpos de Lewy se considera el segundo tipo de demencia degenerativa más frecuente, después de la enfermedad de Alzheimer. Para conocer más sobre su origen debemos citar al doctor Frederich Heinrich Lewy, quien descubrió la presencia de unas estructuras redondeadas y anómalas extendidas de manera difusa por el cerebro, denominándolas cuerpos de Lewy. Actualmente, se ha investigado que se encuentran por regiones corticales y subcorticales, formados por estructuras proteicas. Estas estructuras también se encuentran en pacientes que padecen Parkinson, y más de la mitad de las personas con cuerpos de Lewy desarrollan posteriromente síntomas de la enfermedad de Parkinson. Es por ello que resulta difícil su diagnóstico diferencial, ya que comparten muchos rasgos comunes.

Pero, ¿qué distingue a esta demencia del resto? Además de la sintomatología motora, inicialmente también se presentan alucinaciones vívidas, altibajos atencionales, hipersomnia diurna, incontinencia urinaria, síncopes, alteraciones cognitivas... por otra parte, la memoria no suele estar afectada en su inicio, en contraposición a las alteraciones visuoespaciales y de las funciones ejecutivas. Así, otras manifestaciones psicológicas, como ansiedad, depresión o apatía, son más evidentes en esta demencia que en el resto.

Llegó un momento en el que no podía hacerse cargo de su medicación. A veces estaba muy triste, con la mirada perdida, sin moverse del sillón. Hubo un hecho clave para mí: un día, cuando le solicité que me sacara unos billetes de tren (algo que normalmente hacía), me pidió varias veces que le repitiera a qué hora y para dónde era... "espérate, que lo voy a anotar...". Parecía que no se enteraba y se quejó de no poder tomar nota. "Hija, estoy muy nervioso, no puedo escribir porque me tiembla la mano... repíteme". Fue la última vez que pudo sacarme el billete de tren. Más tarde descubrimos que era el inicio del temblor parkinsoniano típico de esta demencia. Un tiempo después, hablando por teléfono para preparar una celebración familiar, verbalizó: "no vais a conseguir hacerme la encerrona. Como sigáis con el complot que tenéis contra mí, voy a tener que tomar medidas...". Estaba paranoide, suspicaz, autorreferente.

Testimonio de un familiar de un paciente con cuerpos de Lewy.


Como vemos, las alucinaciones en la demencia con cuerpos de Lewy se acompañan de ideas delirantes, muy establecidas, elaboradas y de fuerte contenido paranoide, incluso persecutorio. En cuanto a la fisiología de la enfermedad, gracias a las técnicas de neuroimagen estructural se ha descubierto cómo se produce una atrofia en la corteza cerebral, afectando a la expansión de los ventrículos. Si lo comparamos con un envejecimiento normal, el índice de atrofia es tres veces superior tras el diagnóstico de cuerpos de Lewy. Por otra parte, el hipocampo se ve más preservado que en la enfermedad de Alzheimer, lo que indica por qué la memoria funciona mejor en pacientes con cuerpos de Lewy. 

En este sentido, el principal problema a la hora de diagnosticar, evaluar y tratar esta dolencia es la confusión que existe con otros daños neurodegenerativos: por ejemplo, el tratamiento farmacológico no solo no produce mejoría, sino que agrava la sintomatología secundaria (son pacientes sensibles a los neurolépticos, fármacos que suelen usarse para tratar las alucinaciones).

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lunes, 18 de diciembre de 2017

Arte mayor: "¿Y tú quién eres?"


Aquí os dejamos un vídeo de una película española que trata sobre el Alzheimer a través de una historia entrañable, en la que dos compañeros que conviven en una residencia de ancianos reviven momentos de su juventud. Su amistad va creciendo, aunque la memoria de uno de ellos se va viendo cada vez más mermada. A través de conversaciones llenas de espontaneidad, naturalidad y realismo, nos adentraremos en el diagnóstico inicial y en la evolución que trae consigo esta enfermedad, así como el afrontamiento que demuestran sus familiares a lo largo de la historia. Muy recomendable.

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sábado, 16 de diciembre de 2017

Psicoestimulación cognitiva en personas mayores

La psicoestimulación cognitiva es una herramienta terapéutica muy recomendable para mantener el estado cognitivo y mejorar la calidad de vida y la autonomía de los pacientes con demencia, sobre todo en pacientes que están en las primeras fases de la enfermedad. En este sentido, hasta en un 75% de los casos de demencia leve-moderada este tipo de terapia puede utilizarse como estrategia terapéutica, resultando beneficioso tanto para el paciente como para la familia. Es por ello que la estimulación cognitiva es una de la terapias no farmacológicas más utilizada y eficaz, sobre todo si es combinada con otras actividades como leer, escribir, practicar juegos de mesa, hacer puzles, escuchar música...

Adentrándonos en el contenido de la mayoría de programas de psicoestimulación cognitiva podemos destacar que abarcan un conjunto de estímulos que pretenden incrementar la actividad de las habilidades cognitivas (atención, calculo, memoria, lenguaje, razonamiento y praxias) para así mantener preservadas las funciones intelectuales el máximo tiempo posible y poder restaurar la autonomía de la persona mayor. En este sentido, no se trata de una sobreestimulación desorganizada, sino de una estimulación lo más individualizada posible y, por lo tanto, adecuada a las capacidades funcionales.

Los pasos para aplicar este tipo de programas pueden seguir la siguiente estructura (Arriola e Inza, 1999):

1. Realización de un examen cognitivo para conocer el estado de los pacientes.
2. Formación de los grupos: se recomienda grupos de unas 15 personas y subgrupos de trabajo de 2- 4 personas, lo más homogéneas posibles.
3. Aplicación del programa en un período de 10 – 12 semanas. Al cabo de dos meses se podrá realizar una valoración, ya que en este periodo de tiempo se puede comenzar a ver una evolución en los pacientes.
4. Evaluación final: una vez concluido el programa, se realizará una evaluación de la funcionalidad de este mediante el mismo examen cognitivo realizado en el primer punto.  



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viernes, 15 de diciembre de 2017

La importancia de un envejecimiento activo

Según la OMS (2002), un envejecimiento activo pasa por prevenir, detectar y tratar problemas específicos de salud física y psicológica, promocionar hábitos saludables, alentar a las personas a participar plenamente en la vida de la comunidad a medida que envejecen, y proporcionar oportunidades de aprendizaje y educación durante toda la vida.

Para tener una vida con sentido es importante emprender un proceso de autodescubrimiento y ser capaz de construir una historia vital (con sentido, unidad, propósito y dirección), contando con objetivos que le den una dirección, para así evitar el mencionado descenso de los niveles de esta dimensión. También sería importante llevar a cabo la tarea propia de la vejez o generatividad, con el objetivo de contribuir al bienestar de las generaciones futuras, marcando metas y perpetuando valores y conocimientos (así se evitaría dicha insatisfacción y un descenso en la dimensión de propósito en la vida). En este sentido, otros aspectos como la religión y/o la espiritualidad también pueden contribuir a proporcionar sentido a la existencia, dirigidos a la búsqueda de la trascendencia vital, por lo que sería una buena estrategia a la que recurrir desde una etapa temprana vital hasta la vejez para que pueda servir de sustento y de apoyo a la persona. 
  • Permanecer en contacto con la naturaleza: por ejemplo, con una excursión al campo o un sencillo paseo por un río, poniéndonos en contacto con el resto de seres vivos.
  • Cuidar la alimentación y la salud: visitas al médico regularmente, tomar medicamentos si fuera necesario, evitar el consumo de tabaco o alcohol, una dieta equilibrada y variada… todos ellos hábitos imprescindibles para un envejecimiento activo.
  • Mantener buenas relaciones sociales y familiares: las relaciones personales son muy importantes a cualquier edad, pero en nuestros mayores resultan determinantes para el bienestar personal.
  • Desarrollar una ocupación: cualquier hábito que resulte enriquecedor, como realizar ejercicio, leer un libro o mantener una conversación.


Además de estos hábitos y recomendaciones que debería aplicar una persona mayor, existen muchos factores que potencian el envejecimiento activo; así, la sociedad es uno de los principales implicados. En este caso, tanto las instituciones como los distintos gobiernos deben trabajar por mantener la autonomía, el bienestar y la salud de nuestros mayores. Iniciativas que potencien el envejecimiento activo desde las distintas áreas de Sanidad, Educación, Vivienda, Justicia… y que se fundamenten en medidas como la atención sanitaria adecuada, las ayudas sociales, el derecho a una vivienda digna, la atención a las discapacidades y dependencia, la lucha contra la soledad, el desarrollo de actividades especialmente diseñadas para nuestros mayores...

El fin reside en que la tercera edad continúe siendo un protagonista fundamental de nuestra sociedad, tanto para su beneficio personal como para el desarrollo de todos en el presente y el futuro. En este sentido, por parte del entorno más cercano será fundamental alentar y estimular esta participación activa en el entorno vital de la persona, fomentando así su autonomía, que aumentará con la eliminación de barreras y con una selección y modificación eficaz de los ambientes en los que se desarrolla la vida de la persona (para un mayor control y dominio del entorno).


En definitiva, evitar una actitud y unos hábitos que resulten pasivos, porque buscar la consecución de los aspectos mencionados (a través, por ejemplo, de la integridad o la generatividad) serán indicativos de una mayor madurez, mejorarán su dominio y autonomía. Además, la búsqueda de ayuda y consejo de la red social (que influirá en una mejora de las relaciones positivas para que sean gratificantes y de calidad) son estrategias que podrán contribuir a la mejora particular de todas las dimensiones pertenecientes al bienestar psicológico, traduciéndose en una mejora subjetiva de dicho bienestar.

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jueves, 14 de diciembre de 2017

Arte mayor: "En los ecos de tu memoria"

En esta nueva entrega de la sección Arte mayor os quiero mostrar un relato muy emocionante sobre el paso del tiempo y la profundidad que alberga nuestra memoria. El texto refleja el punto de vista de una persona que cuida a un familiar anciano con algún tipo de enfermedad neurodegenerativa, para revelar finalmente que todo ha sido una visión o un pensamiento de una persona que sufre una enfermedad neurodegenerativa. Una perspectiva que alberga la visión de un cuidador informal (no profesional), como es el caso de un familiar que no tiene cualificación médica, la cual muchas veces queda en un segundo plano y cuyo sufrimiento y afrontamiento es difícil de plasmar. Cabe destacar que un 40% de los cuidadores temen sentirse incapaces de afrontar la situación debido a la ansiedad constante a la que están expuestos, y hasta un 30% se muestra deprimido y en una situación límite, además de problemas de sueño, estrés, aislamiento social, soledad o agotamiento. Qué impactante resulta ver plasmadas esas consecuencias en un relato tan realista: 

Se quedó mirándolo absorta, con los ojos perdidos en el infinito, pensando en todo el tiempo que había pasado desde que se conocieron hasta ese mismo instante... ¿5, 33, 48... años? Ya ni se acordaba. Y él tampoco debía hacerlo. Se asemejaba a un niño pequeño, como sus hijos, los que tuvieron juntos, los que ya no estaban con ella. No, mejor dicho, era como un hijo más. La enfermedad era así... ¿cómo era? Alzheimer. Recordaba, eso sí, que alguien le había dicho que no merecía la pena pasar los últimos años de su vida cuidando de alguien que iba a olvidarlo todo. Qué tontería juzgar aquel amor en espera de un agradecimiento.

¿Cómo iba a dejarlo con extraños que no le amaran tanto como lo hacía ella, que hasta por la noche le hacía arrumacos como si fuera un bebé? Como cuando dormía junto a la cuna de su hermano pequeño. Y él la abrazaba con fuerza y podía escucharlo llorar y ella le decía: ea, ea, ea... Y la apretaba con fuerza y le mecía los cabellos y le besaba la boca... Y ella se ruborizaba como cuando fue adolescente, como en su primer beso durante un baile... ¿Dónde fue? Solo le venían a la cabeza las risas y el sonido de una música atronadora. Y su cálido abrazo.

No estaba tan mal, solo que a veces no la llamaba por su nombre... Le hacía tambalearse la idea de no volver a encontrarlo en medio de tantas lagunas. Pero siempre había ocasiones en que se cruzaban sus voces y conversaban por horas, hasta que la luna iluminaba tanto el cielo que comenzaba a amanecer. En esas noches, solían bailar, como antaño, como en el primer beso. Y repasaban uno a uno los nombres de su familia: los que ya no estaban, los que seguían cerca, los que estaban lejos y los nuevos, los recién llegados. Historias que se iban entrelazando y que a ella la dejaban agotada, mientras que él, con la cara iluminada, razonando como no solía escucharlo, narraba con seguridad y soltura cientos de anécdotas de una vida que parecía pertenecer a otras dos personas, pero que era la historia de sus vidas.

Fijó su atención en la taza de té que había a su lado, no recordaba cuándo la había preparado, pero aún estaba tibia cuando la probó. Los últimos rayos de sol del atardecer se filtraban por la persiana y proporcionaban luz a la penumbra de aquella habitación. Vio entonces que él estaba allí de pie, mirándola. Sus ojos se cruzaron y él sonrió. Parecía lúcido. 

-Ven, mi pequeño Alejandro, ven -dijo ella, sabiendo lo que aquella mirada traviesa significaba.

Y Gabriel abrazó con ternura a su mujer enferma.



(Relato escrito por Luis J. del Castillo, extraído de su blog La frontera olvidada)


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martes, 12 de diciembre de 2017

La Terapia Cognitivo-Conductual aplicada a enfermedades neurodegenerativas

La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) resulta de gran ayuda en enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer, en las que es necesario prestar apoyo para saber gestionar los síntomas de la mejor manera posible. En ella, se diseñan estrategias para el establecimiento de tareas, pautas de conducta funcional y patrones de pensamiento adaptativos. Los resultados a nivel científico en cuanto a su eficacia no son determinantes, aunque parecen contribuir positivamente al manejo de los factores emocionales y conductuales (Rothstein, 2010).

En primer lugar, en la TCC se interviene enseñando a reconocer los estilos de pensamiento disfuncionales o desadaptativos para el paciente, como, por ejemplo, pensamientos autodespreciativos o catastrofistas sobre la enfermedad. Para ello, es necesario entrenar al paciente en la reflexión de su propia manera de pensar y plantearse qué aspectos son conflictivos y cuáles no. De este modo, se persigue incrementar la capacidad crítica del paciente, adecuar sus estrategias de categorización (por ejemplo, definir qué es éxito y qué es fracaso) y detectar patrones de pensamiento erróneos. Este proceso de cambio y de reconocimiento por parte del paciente se lleva a cabo a través de un debate o diálogo socrático. Así, el paciente reconocerá los aspectos cognitivos que le producen malestar para así actuar sobre ellos, como el hecho de sentirse inferior o incapacitado por su enfermedad, iniciándose así la reestructuración cognitiva de esos patrones.

Por parte del terapeuta será fundamental aportar un feedback necesario al paciente para que sea capaz de detectar las contradicciones o las conclusiones erróneas, consecuencias de sus estilos de pensamiento y esquemas cognitivos. Además, se le planteará preguntas y se le remarcará aseveraciones hechas por el propio paciente para que profundice en el análisis de su pensamiento.

En segundo lugar, la TCC intervendrá sobre los aspectos cognitivos desadaptativos anteriormente detectados. Esto conllevará fijar unos objetivos concretos a cumplir y entrenar al paciente para que sea capaz de determinar las estrategias que lo acercan y lo alejan de estas metas. Además, como los objetivos han sido definidos de forma objetiva, será más sencillo evaluar la progresión y el ritmo en el que se producen y, si es necesario, introducir cambios en el programa de intervención.


Las metas u objetivos planteados en las sesiones de la TCC pueden abarcar, por ejemplo, minimizar significativamente los efectos no motores de la enfermedad, abandonando el estilo de pensamiento negativo y depresivo y disminuyendo un aislamiento social por parte del paciente. En definitiva, problemáticas formadas por un componente material y por un componente subjetivo o emocional.


Para más información:

Merello, M. (2008). Trastornos no motores en la enfermedad de Parkinson. Revista de Neurología, 47 (261-270).

Rothstein, T. L., Warren C. (2010). La cara oculta de la enfermedad de Parkinson. Mente y cerebro, 40 (73-81).


Escrito por Mariela B. Ortega

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domingo, 10 de diciembre de 2017

Enfoques terapéuticos multidisciplinares en enfermedades neurodegenerativas

  • Intervención psicológica en ansiedad y/o depresión. Conlleva sesiones individuales con el paciente y la aplicación de técnicas cognitivo-conductuales (entrenamiento en técnicas del control de la activación, resolución de problemas, reestructuración cognitiva…). Está indicada en pacientes en los que sigue preservada la capacidad de introspección. Sus objetivos son incrementar la autoestima y control emocional y reducir los sentimientos de ansiedad y depresión. Una serie de pautas a seguir serían:
    1. Cambiar las circunstancias que desencadenen su angustia.
    2. Eliminar excitantes como ciertos alimentos o bebidas.
    3. Mejorar su autoestima mediante refuerzos positivos y aprobación para desarrollar su control emocional.
    4. Facilitar un entorno seguro y animado donde pueda realizar actividades lúdicas.
  • Intervención psicológica ante sintomatología psiquiátrica y conductual. Destaca la técnica de validación, una terapia de comunicación desarrollada por Naomi Feil basada en una actitud de respeto y empatía hacia el paciente. Por otra parte, actuar en la modificación de conducta a través de técnicas operantes (análisis de conducta A-B-C), para desarrollar/mantener conductas adaptativas (por ejemplo, a través del refuerzo verbal de conductas) y reducir/eliminar las disfuncionales (por ejemplo, mediante la retirada de atención). Si, además, se dan síntomas como alucinaciones, agresividad o agitación, plantearemos:
    • Buscar el motivo que ha desencadenado la alucinación y cuándo.
    • Vigilar los fármacos que está tomando, sobre todo si el paciente no pide ayuda o no se deja ayudar.
    • No discutir, ya que para el enfermo la percepción es real y si negársela con lógica puede provocar irritabilidad o agresividad.
    • Distraer y centrar gradualmente su atención en algo placentero, cambiando de ambiente y actividad.
    • Adoptar una postura empática y receptiva. La sonrisa puede, a veces, reducir una crisis de agresividad.
  • Intervención grupal: Aporta una serie de beneficios adicionales al tratamiento psicológico individual, como aprender recursos para afrontar la enfermedad con el intercambio de experiencias entre otras personas que viven problemas similares, disminuir el sentimiento de soledad y de aislamiento, y ampliar recursos de apoyo psicosocial. Algunas de estas intervenciones grupales pueden pasar por programas psicoeducativos, por técnicas de resolución de problemas y de afrontamiento de estrés y por un entrenamiento para mantener la red social.

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viernes, 8 de diciembre de 2017

Una introducción al abordaje y tratamiento del Parkinson

Actualmente, el tratamiento farmacológico es la opción mayoritaria para tratar los síntomas de la enfermedad de Parkinson. Concretamente, la levodopa es el fármaco que mejora la sintomatología motora, capaz de transformar en dopamina las células dopaminérgicas del cerebro. No obstante, tanto la levodopa como otras sustancias dopaminérgicas pierden eficacia a lo largo de los años, posiblemente al progresivo avance de la muerte neuronal. Además, en muchos pacientes se desarrollan efectos secundarios considerables, como delirios, alucinaciones, discinesias o períodos de ineficacia (fase off del tratamiento).


Como hemos hablado en entradas anteriores, los pacientes que sufren Parkinson padecen otros muchos problemas no motores que no provienen directamente de la pérdida de dopamina. La depresión o la ansiedad, por ejemplo, afectan casi a la mitad de los pacientes (Rothstein, 2010). Esto sugiere que pueden ser síntomas inherentes a la enfermedad, posiblemente relacionados con alteración de neurotransmisores a nivel cerebral. No obstante, no hay evidencias concluyentes, ya que también podrían originarse como consecuencia de vivir con el conocimiento de que se sufre un trastorno neurodegenerativo.

Por ello, resulta fundamental un apoyo psicológico y una intervención multidisciplinar que se desarrolle más allá del ámbito farmacológico, ya que muchos síntomas severos de la enfermedad residen en factores no motores. Para llevarlo a cabo, es necesaria la colaboración de distintos profesionales, desde médicos a psicólogos, así como la del propio paciente y sus familiares. Mejorar la calidad de vida es el objetivo fundamental, de ahí que sea fundamental la prevención de los síntomas conductuales y afectivos (adoptando medidas cognitivas y funcionales en el entorno), detectarlos, diagnosticarlos y tratarlos utilizando terapias psicológicas como las siguientes, todo ello con el fin de reducir el consumo de fármacos.


Para más información:

Rothstein, T. L., Warren C. (2010). La cara oculta de la enfermedad de Parkinson. Mente y cerebro, 40 (73-81).

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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Arte mayor: Música para despertar

La memoria es el diario que llevamos con nosotros a todas partes.
      (Oscar Wilde)


Hoy presentamos un proyecto muy interesante y, a la vez, emocionante, para trabajar con nuestros mayores. Música para despertar es el nombre de una terapia con un enfoque alternativo, cercano a la musicoterapia, desarrollada en 2015 por Pepe Olmedo, un joven granadino licenciado en Psicología y con un Máster en Psicología Clínica, quien combina su pasión por la psicología con su afición por la música. Él es el responsable de esta iniciativa llevada a cabo en el centro de mayores “Cáxar de la Vega”, en la localidad de Cájar.

En esta terapia, los mayores escuchan canciones que les han acompañado a lo largo de sus vidas a través de unos auriculares. Una música para despertar, para lograr recordar, para emocionarse e, incluso, para poder reducir el uso de fármacos y sus consecuentes efectos secundarios. En su trabajo Musicoterapia en demencias, la terapeuta Esther García Valverde, trabajadora del Centro de Referencia Estatal de Atención al Alzhéimer (CRE), en Salamanca, considera que "los beneficios del tratamiento farmacológico para personas con demencia son evidentes, pero también limitados. No hay medicamentos que puedan curar al paciente con demencia. Por ello se requiere un abordaje terapéutico multidimensional, que integre estrategias no farmacológicas con finalidad terapéutica". Por ello, el objetivo de este proyecto es mejorar el estado de salud de pacientes con enfermedad de Alzheimer y otras demencias neurodegenerativas, ya que oír música que ha sonado anteriormente en sus vidas mejora notablemente la calidad de vida de los mayores. Esto se debe a que la memoria musical y la capacidad de sentir emociones en la persona son las últimas competencias en desaparecer del cerebro, cuyas áreas encargadas aún se encuentran preservadas.

En este enriquecedor y multidisciplinar proyecto forman parte profesionales de diversos ámbitos médicos y artísticos, como neuropsicólogos, neurólogos, psicólogos y músicos. En este sentido, la intervención terapéutica a través de la musicoterapia incluye siempre una evaluación que analice el trabajo realizado para ver la conexión entre la mejoría y la aplicación de la música. Además, este equipo también ofrece cursos de formación sobre esta terapia para todo aquel profesional que esté interesado en aplicarla, así como una línea de investigación en Biotecnología en la que aspiran en los próximos años a poder analizar qué ocurre en el cerebro y qué áreas de él se activan cuando nuestros mayores se emocionan escuchando música. Todo ello con un mismo fin: que la música esté para siempre en todas partes y en todos nosotros. 

Porque escuchar unas notas musicales a través de unos auriculares puede esconder una acción mucho más profunda de lo que parece. Con ella, los pacientes se vuelven más atentos, más lúcidos, más sociables y demuestran una mayor coherencia y optimismo dentro de la situación en la que se encuentran. Con la música disminuyen alteraciones como trastornos de comportamiento (agitación, agresividad, deambulación...) y mejoran aspectos como la cooperación social, la ingesta, el aseo, el lenguaje y, como cabe esperar, el estado de ánimo del enfermo, de su entorno y de todos los que le cuidan y atienden. A continuación podéis ver parte del proyecto en el siguiente vídeo, unas imágenes emotivas de cómo este proyecto actúa beneficiosamente sobre los enfermos y sobre los que le rodean.



El sufrimiento que da el Alzheimer no duele en lo físico. Destroza el alma. Hace añicos el corazón.
     (Clara Cortés)

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martes, 5 de diciembre de 2017

¿Con qué instrumentos puede evaluar un psicólogo una enfermedad neurodegenerativa?

A continuación destacamos una serie de instrumentos, herramientas y cuestionarios validados con el fin de explorar la sintomatología asociada a enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson, así como evaluar aquellas consecuencias derivadas de diversos factores emocionales, cognitivos y conductuales. Es importante recordar que resulta primordial una recogida previa de datos y experiencias de la persona, así como una entrevista previa en la que se pueda obtener la máxima información posible con la que luego trabajar y poder completar los resultados obtenidos de los siguientes instrumentos. Toda persona es única y diferente, por eso es importante apoyarnos y centrarnos en la individualidad que sus propias vivencias nos transmitan.
  • Cuestionario de Síntomas no Motores en Enfermedad de Parkinson (PD NMS Quest): se trata de una lista de 30 problemas conductuales, cognitivos y afectivos en los que el paciente determinará si le han ocurrido durante el último mes, tales como alteraciones en la percepción, nerviosismo, miedo, problemas atencionales o sentimientos de desesperanza en su vida diaria.
  • Escala de Hoehn y Yahr: instrumento utilizado para evaluar el aspecto motor en la enfermedad de Parkinson. Evalúa cinco estadios de progresión de la enfermedad, desde síntomas leves hasta la dependencia total.
  • Escala Intermedia de Valoración para la Enfermedad de Parkinson: determina posibles alteraciones en el lenguaje, en la ingesta y diversas conductas motoras autónomas, como la higiene o el vestido. Además, valora la presencia de discinesias y las fluctuaciones temporales que se dan en las distintas conductas.
  • Cuestionario de calidad de vida en la Enfermedad de Parkinson (PDQ-39): determina la frecuencia de conductas disfuncionales, sentimientos negativos y actitudes problemáticas presentadas como consecuencia de padecer la enfermedad.
  • Alzheimer Disease Assessment Scale (ADAS): Escala de Evaluación de la Enfermedad de Alzheimer, formada por 11 ítems que evalúan las dimensiones cognitivas (lenguaje, memoria, praxis)y no cognitiva (neuropsiquiátricos).
  • Test del Reloj: esta prueba se utiliza para el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia, evaluando la percepción visual, la coordinación visomotora, la capacidad visoconstructiva y de planificación y la ejecución motora. Así, se pueden valorar diversas funciones cognitivas de la persona, como el lenguaje, la memoria a corto plazo, las habilidades visoespaciales...
  • Escala de Schwab y England: también valora la capacidad funcional en una escala del 0 al 100%.
  • Escala Unificada de Valoración de la Enfermedad de Parkinson (UPDRS): consta de cuatro subescalas con un total de 45 ítems, usada para describir la progresión de los síntomas motores y no motores, determinando las limitaciones en las actividades diarias. 
  • Otras escalas para evaluar habilidades funcionales: Índice de Actividades de la Vida Diaria (Katz), Índice de Actividades de la Vida Diaria de Barthel, Escala de Actividades de la Vida Diaria Instrumentales de Lawton y Brody, Escala de Incapacidad Física de la Cruz Roja y Cuestionario del Informador (IQCODE)
  • Escalas clínico-evolutivas de gravedad del deterioro: Clinnical Demetia Rrating (CDR) y Global Deterioration Scale (GDS).
Aunque los siguientes instrumentos no sean propios de la evaluación neuropsicológica de demencias, sí sería recomendable su aplicación profesional debido a la sintomatología que subyace a estas enfermedades. Como ya hemos destacado en anteriores entradas de este blog, un envejecimiento patológico abarca más allá de los característicos síntomas físicos, extendiéndose su presencia a determinadas alteraciones en el ámbito cognitivo, conductual y emocional. 
  • Mini-Mental State Examination (MMSE): breve cuestionario de 30 ítems utilizado para detectar el deterioro cognitivo y posibles demencias en pacientes con alteraciones neurológicas.
  • Escala de Depresión Geriátrica de Yesavage (GDS): escala autoaplicada de respuesta dicotómica (sí/no) que permite identificar síntomas depresivos en personas ancianas, evaluando además la sobrevaloración de síntomas somáticos característica de ese grupo de edad.
  • Inventario para la Depresión de Beck-II (BDI-II): instrumento de 21 ítems que mide la gravedad de la sintomatología depresiva. Está compuesto por ítems relacionados con sentimientos negativos, cogniciones distorsionadas o síntomas físicos relacionados con la depresión.
  • Cuestionario de Ansiedad Estado-Rasgo (STAI): Instrumento de 20 ítems que evalúa dos dimensiones independientes de ansiedad: ansiedad como estado transitorio y ansiedad como propensión relativamente estable, característica en personas con tendencia a percibir situaciones como amenazantes.


Para más información:

Arnedo, M., Bembibre, J., Triviño, M. (2012). Neuropsicología. A través de casos clínicos. Madrid: Médica-Panamericana.

Rocío Fernández Ballesteros, R. (2004). Evaluación psicológica: conceptos, métodos y estudio de casos. Madrid: Ediciones Pirámide.


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domingo, 3 de diciembre de 2017

Arte mayor: Prospecto vital

En esta sección, titulada Arte mayor, haremos una pausa entre la información publicada de carácter divulgativo sobre el envejecimiento y recopilaremos piezas culturales y artísticas relacionadas con el proceso de vejez: desde poesía, cine o arte, pasando por la música o la literatura en general, tanto personal como creaciones de conocidos artistas. Repasaremos cómo esta transición en la vida sirve de inspiración para numerosas composiciones y obras para así concebir el envejecimiento desde otro punto de vista, más cercano y más humano.

Comenzaremos por un poema que escribí en el año 2014 y que decidí presentar al Certamen de Poesía de la Facultad de Psicología (Granada). Habla de cómo un familiar echa la vista atrás recordando lo que un día fue su ser querido, al que hoy tiene que cuidar y poner voz a sus recuerdos, aquellos que un día se los llevó la enfermedad de Alzheimer.

PROSPECTO VITAL
Conserve este prospecto, puede tener que volver a leerlo
Porque la memoria es así de caprichosa
Olvidadiza de esa tarea pendiente
Como cualquier niño
Como ese sueño que ya perdió su nombre
Porque la memoria también tiene hijos
aunque a veces ni ella misma los recuerde.

Conserve este consejo, es posible que tenga que recordarlo
Porque la memoria y el recuerdo son aliados
Se alimentan mutuamente
Se mantienen vivos
Se entrañan en el alma
Aunque a veces sea despiadada
Nunca se pierde del todo
De nuestros actos, esclavos
De nuestras vivencias, dueños

Cuando sienta dolor, dejará de sentir
Olvidará lo que fue amar
Olvidará al hombre que amé

Tenerme en su memoria será regalar al ayer
ese breve espacio en el hoy
Tenerle en mi memoria será mantener viva
una ilusión fantasma,
un fugaz espejismo

Conserve este prospecto
si es que quiere recordarse.

(Mariela Bustos Ortega)


2ª Finalista del IX Certamen de Poesía Juan Huarte de San Juan
(Facultad de Psicología de Granada) - Febrero 2015

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viernes, 1 de diciembre de 2017

Principales manifestaciones clínicas de la Enfermedad de Parkinson

Para poder conocer mejor una de las principales afecciones que afectan a las personas en proceso de envejecimiento, a continuación describiremos de una forma divulgativa las principales características que definen a la enfermedad de Parkinson.

Pese a que desde la antigüedad se conoce la existencia de pacientes con dificultades motoras y temblores, la enfermedad de Parkinson fue descrita como tal a principios del siglo XIX por James Parkinson, médico británico de quien lleva su nombre. En su tratado An essay on the shaking palsy (1817) denominó a la enfermedad como una parálisis agitante, describiéndola como «aquellos movimientos temblorosos involuntarios, con disminución de la potencia muscular en partes del cuerpo en reposo, incluso si se sujetan, con propensión a encorvar el tronco hacia adelante y a pasar de caminar a correr; los sentidos y el intelecto permanecen indemnes». En términos neurofisiológicos, la enfermedad de Parkinson puede definirse como una afección neurodegenerativa caracterizada por la pérdida progresiva de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra mesencefálica (concretamente, de su parte compacta y de sus proyecciones al núcleo estriado). Esta pérdida provoca una disfunción progresiva de determinados circuitos de los ganglios basales, implicados en el control motor (Jiménez-Jiménez, 2008).


La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después de la de Alzheimer, afectando casi a un 1% de la población mayor de 65 años. Actualmente, y tras numerosos estudios e investigaciones sobre la misma, su etiología sigue siendo actualmente desconocida, aunque existe un amplio consenso sobre la implicación de factores genéticos y ambientales que desencadenan el inicio de la enfermedad. En este sentido, es sumamente conocida la sintomatología de tipo motor que caracteriza a esta enfermedad, como son los temblores (el síntoma más conocido, aunque no siempre presente), la lentitud en el movimiento o bradicinesia (el más característico y necesario para el diagnóstico), la rigidez o aumento del tono muscular, la inestabilidad en la postura y la dificultad en la marcha, entre otros síntomas. Sin embargo, en las últimas décadas se están evaluando de igual modo los trastornos no motores, en especial los que afectan a la capacidad cognitiva (como son las funciones ejecutivas y visuoespaciales, y las manifestaciones emocionales y conductuales: depresión, ansiedad, falta de control de impulsos…), que llegan a ser incluso más incapacitantes que el propio componente motor.

No obstante, esta sintomatología no solo aparece en personas mayores, sino que también puede afectar a personas de menor edad: aproximadamente el 20% de los pacientes diagnosticados son menores de 40 años. Su diagnóstico no es tarea fácil: se basa en la anamnesis y en la exploración neurológica del paciente, y es fundamental realizar un diagnóstico diferencial con otras enfermedades neurodegenerativas y una valoración de la evolución clínica y de la respuesta farmacológica para su confirmación. 

Actualmente, no existe una farmacología que cure ni evite la progresión de la enfermedad, aunque tanto el tratamiento quirúrgico como el farmacológico pueden aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente. En nuestro país se calcula que pueden padecer esta enfermedad unas 120.000 personas, una cifra que podría aumentar de forma significativa debido al incremento de la esperanza de vida y al envejecimiento progresivo que actualmente está padeciendo nuestra sociedad.


Para más información:

Arnedo, M., Bembibre, J., Triviño, M. (2012). Neuropsicología. A través de casos clínicos. Madrid: Médica-Panamericana.

Jiménez-Jiménez, F. J., Luquin, M. R., Molina, J. A., Gurutz, C., eds. (2008). Tratado de los trastornos del movimiento, vol. I, 2ª ed. Barcelona: Viguera Editores.


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lunes, 27 de noviembre de 2017

¿Qué alteraciones se producen en el desarrollo de la Enfermedad de Parkinson?

A continuación, resumimos en una breve entrada los principales factores que influyen en el desarrollo y mantenimiento de la Enfermedad de Parkinson:
  • Alteraciones conductuales: trastornos de control de impulsos, como la hipersexualidad, ludopatía, compras compulsivas, atracones, punding (realizar una tarea o afición de forma adictiva)… También puede producirse un síndrome de desregulación dopaminérgica (tomar la medicación de forma compulsiva) o un déficit atencional.
  • Trastornos del sueño: Son altamente frecuentes; un tercio de los pacientes presentan insomnio, sueños muy vívidos, somnolencia diurna o alteración del ciclo sueño-vigilia.
  • Memoria: dificultad para manejar información previamente adquirida y, ocasionalmente, para el recuerdo de sucesos autobiográficos (lugares, momentos...) y de conocimientos generales sobre el mundo (memoria semántica).
  • Alteraciones del lenguaje: poca fluidez verbal, disartria, lentitud en el discurso, escasa entonación y pobreza en la construcción de las frases.
  • Alteraciones afectivas: la labilidad emocional se incrementa, con expresiones emocionales y sentimentales excesivas e inapropiada. También destaca la disprosopeya y el llanto o risa patológicos.
  • Ideas delirantes y psicóticas, como alucinaciones visuales y delirio de celos o de perjuicio, normalmente por efectos secundarios inducidos por la medicación dopaminérgica.
  • Otras alteraciones autonómicas: estreñimiento, aumento de sudoración, hipotensión ortostática, disfunción sexual, síntomas urinarios, pérdida olfativa, alteraciones visuales, fatiga, cansancio, dolor y trastornos sensitivos no explicados por otros motivos.

En definitiva, se producen numerosos cambios sustanciales en la vida diaria de la persona que sufre la enfermedad de Parkinson y también en la de sus familiares. Además de los factores motores, muchos de los cambios producidos afectan a su conducta, a su cognición y a su estado emocional. Por todo ello, estos síntomas agravan la enfermedad, traduciéndose en un deterioro de la salud y en un empeoramiento de la calidad de vida.


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sábado, 25 de noviembre de 2017

Factores cognitivos, afectivos y conductuales implicados en la Enfermedad de Parkinson

Es sumamente conocida la sintomatología de tipo motor que caracteriza a la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, en las últimas décadas se están evaluando de igual modo los factores no motores, en especial los que afectan a la capacidad cognitiva (como son las funciones ejecutivas y visuoespaciales) y las manifestaciones afectivas y conductuales (depresión, ansiedad, falta de control de impulsos…), que llegan a ser incluso más incapacitantes que el propio componente motor.

Los factores cognitivos en la enfermedad de Parkinson suponen un continuo que va desde la normalidad hasta la demencia, pasando por estadios intermedios en los que pueden sufrir un deterioro leve sin que el rendimiento cognitivo se vea funcionalmente afectado. Si nos centramos en las posibles alteraciones que pueden sufrir, un componente fundamental del deterioro cognitivo reside en el síndrome disejecutivo, que se caracteriza por una alteración en la iniciación, planificación, abstracción y formación de conceptos, así como una rigidez cognitiva, una escasa capacidad para resolver problemas o una gran sensibilidad a la interferencia. También es frecuente la alteración en la atención sostenida y dividida, además de una reducción en la velocidad del pensamiento.

El deterioro visuoespacial es otro de los factores cognitivos más relevantes que conlleva la enfermedad de Parkinson. Implica a la capacidad para representar mentalmente la forma de los objetos, su localización o su movimiento, lo que puede repercutir, por ejemplo, en tareas cotidianas que requieran orientarse.

En relación a los factores afectivos y emocionales, el aspecto más relevante es la incidencia sobre el estado de ánimo, destacando la apatía, ya que a medida que la persona toma conciencia de que sus dificultades, ello influye en su actividad cotidiana, pudiendo sentirse decaído y desanimado. Es en este punto donde los problemas cognitivos pueden interactuar con los síntomas emocionales y afectivos. En este sentido, en la enfermedad de Parkinson también se han descrito frecuentemente alteraciones generales del estado de ánimo, como depresión y/o ansiedad, y otras más específicas relacionadas con la expresión y reconocimiento de emociones. Por ello, es posible que características como la tendencia al aislamiento social, la soledad e, incluso, la sintomatología depresiva, tengan relación con la dificultad para identificar y expresar estados afectivos en las situaciones sociales (Fernández, 2007).

Respecto a los estados depresivos, aparecen con mayor frecuencia que en la población general y son considerados por algunos autores como posibles predictores del desarrollo de la enfermedad, dado que suelen aparecer incluso antes que los síntomas motores (Arnedo, 2012). La depresión en la enfermedad de Parkinson se asocia a una mayor rapidez del deterioro de las funciones cognitivas y motoras, influyendo de manera importante en la calidad de vida. En este sentido, los afectados con síntomas de rigidez y dificultad para iniciar el movimiento (sobre todo a una edad temprana) tienen mayor probabilidad de padecer trastornos depresivos (Merello, 2008).


Como vemos, se producen numerosos cambios sustanciales en la vida diaria de la persona que sufre la enfermedad de Parkinson y también en la de sus familiares, muchos más aún de lo que comúnmente se sabe sobre esta dolencia. En ocasiones, la situación resulta estresante si son síntomas demasiado intensos o si su duración es demasiado prolongada en el tiempo, interfiriendo en la vida social, familiar, laboral y emocional de la persona. Por todo ello, estos síntomas agravan la enfermedad, traduciéndose en un deterioro de la salud y en un empeoramiento de la calidad de vida, siendo fundamental intervenir sobre ellos de manera eficaz mediante, por ejemplo, psicoestimulación, de la que hablaremos también en este blog.


Para más información: 

Arnedo, M., Bembibre, J., Triviño, M. (2012). Neuropsicología. A través de casos clínicos. Madrid: Médica-Panamericana.

Fernández Espejo, E. (2007). Bases moleculares de la enfermedad de Parkinson. Mente y cerebro, 22 (81-87).

Merello, M. (2008). Trastornos no motores en la enfermedad de Parkinson. Revista de Neurología, 47 (261-270).


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Mariela Bustos Ortega. Con la tecnología de Blogger.